Alrededor de 200 a.C., Ctesibio de Alejandría, inventó una bomba de mano capaz de suministrar agua en un incendio. Se le sacaba el émbolo a la boquilla y se lo sumergía dentro del agua hasta que era aspirado totalmente. A continuación, se empujaba el émbolo, para expulsar el chorro de agua que se había apuntado donde había fuego.
El primer extintor de fuego del mundo, creado por William George Manby en 1818, estaba formado por cuatro cilindros metálicos de los que tres de ellos estaban llenos de agua hasta la mitad y en el cuarto introducía aire a presión.
El tetracloruro de carbono fue unos de los primeros compuestos químicos empleados en 1908 en extintores portátiles. Posteriormente, se descubrió que sus vapores eran muy tóxicos y que cuando se aplicaba al fuego, podía producir ácido clorhídrico y fosgeno, más tóxico todavía.
En 1917 apareció el primer extintor de espuma. Su empleo se extendió progresivamente a lo largo de los años, hasta que en los años 50 los extintores de polvo alcanzaron una amplia aceptación.
Los extintores de agua, activados por cartuchos (tipo de inversión), se introdujeron a finales de 1920; En 1959 aparecieron los extintores de agua acumuladores de presión.
En 1969 Estados Unidos dejó de fabricar los extintores de inversión, pues los laboratorios de ensayo dejaron de aprobarlos.
Después de la 2da guerra mundial, se introdujo el clorobromometano ―menos tóxico, que el tetracloruro― y comenzó a emplearse él termino liquido vaporizarte para designar a los extintores de este tipo. A principio de los años 1950, distintas agencias federales prohibieron estos tipos de extintores por resultar venenosos, y a mediados de los años 60, muchos estados, ciudades y firmas industriales siguieron su ejemplo. Aunque la capacidad extintora del bicarbonato de sodio ya se conocía a finales de la primera década del siglo XIX, no fue sino hasta 1928 cuando se desarrolló un extintor eficaz, activado por cartuchos, a base de polvo químico.
Las investigaciones condujeron a la aparición en 1943 de un agente mejorado, finamente granulado y en 1947, otro tipo todavía más eficaz.
A medida que se acrecentó el empleo de líquidos inflamables, aparecieron agentes con polvos más efectivos. En 1959 se introdujo un agente a base de bicarbonato potásico dos veces más eficaz que el de bicarbonato sódico ordinario.
En 1961 se introdujo un nuevo tipo de agente, denominado “polvos químicos polivalentes”. Tenía la doble ventaja de ser un 50% más efectivo en fuegos de líquidos inflamables y aparatos eléctricos y ser además, capaz de extinguir fuegos de combustibles ordinarios. En 1968 se introdujo un agente a base de cloruro potásico. Era un 80 % más efectivo que el polvo químico ordinario, pero más corrosivo e higroscópico que el bicarbonato potásico. En 1967 se desarrolló en Europa (en Estados Unidos se introdujo en 1970), un agente a base de bicarbonato potásico y urea. Su efectividad era dos veces y media mayor a la del polvo químico ordinario.
El empleo de metales combustibles (magnesio, sodio, litio, Etc.) impulsó la necesidad de un agente especial para la extinción de fuegos de dichos metales. Él término”polvo especial” sé eligió especialmente para indicar la aptitud del agente para uso en fuegos Clase D (metales combustibles); el termino “polvo químico” se reservo para agentes efectivos en fuegos de clases ABC o BC.
El fuego ha sido uno de los elementos más importantes y decisivos en la historia del ser humano. Su empleo y utilización ha traído una gran cantidad de beneficios aunque también implica algunos riesgos. El fuego a lo largo de la historia ha destruido ciudades entera, Roma o Londres son buenos ejemplos. Es por este motivo que paralelamente al aprendizaje del uso del fuego hemos aprendido también como apagarlo.
El mecanismo de un extintor anti incendios no ha cambiado hasta nuestros días; el principio sigue siendo el mismo. La mayoría de los extintores tienen un indicador de presión para saber cuándo es necesario recargarlo ya que si la presión es demasiado baja el extintor de incendios podría no funcionar.
Es necesario revisar los extintores cada cierto tiempo aunque no hayan sido utilizados y de ahí la importancia del mantenimiento del sistema de protección.